jueves, 27 de noviembre de 2014

Opinión: Cuando el marginado se expresa

     Muchas veces los excluidos no tienen la fortuna de poder expresarse para que escuchen sus problemas. En realidad, es lo que se siente. Con un simple gesto ya lo dicen todo. Quizás a la sociedad gobernante no les interesa escucharlos por más gritos que den las personas que sufren. Ha pasado en toda la historia de la humanidad y en distintos momentos y épocas, pero siempre llega ese estallido en el que el marginado explota y se hace oír. Eso produce grandes cambios y siempre es un cambio para bien. Saca a la gente de la sumisión y la apatía a la que nos tiene acostumbrado el sistema que ha gobernado a través del tiempo.



      Uno de los casos de marginados se dio en la Revolución Industrial de Inglaterra que sucedió en la segunda mitad del Siglo XVIII. En esa época hubo mucha discriminación y niños pobres en orfanatos que eran maltratados. Muchos escapaban y en la calle eran obligados a robar para personas que los explotaban. En el cuento "Oliver Twist" de Charles Dickens (1837) se muestra como sucedía esto. Un niño huérfano que migra desde el campo a la ciudad de Londres por los maltratos que recibía en el orfanato. Oliver -personaje principal del cuento- era reprimido sólo por pedir un poco más de comida, ya que era muy poca y no satisfacía el hambre que tenía. Sólo por reclamar algo que le correspondía era castigado:

"...En el hospicio, el hambre seguía atormentando a Oliver y a sus compañeros: sólo les daban un cacillo de gachas al día, excepto los días de fiesta en que recibían, además de las gachas, un trocito de pan. Al cabo de tres meses, los chicos decidieron cometer la osadía de pedir más comida y, tras echarlo a suer tes, le tocó a Oliver hacerlo. Aquella noche, después de cenar, Oliver se levantó de la mesa, se acercó al director y dijo:

-Por favor, señor, quiero un poco más.

-¿Qué?- preguntó el señor Limbkins muy enfadado.

-Por favor, señor, quiero un poco más-  repitió el muchacho.

El chico fue encerrado durante una semana en un cuarto frío y oscuro; allí pasó los días y las noches llorando amarga mente. Sólo se le permitía salir para ser azotado en el comedor delante de todos sus compañeros. El caso del “insolente muchacho” fue llevado a la junta parroquial; ésta decidió poner un cartel en la puerta del hospicio ofreciendo cinco libras a quien aceptara hacerse cargo de Oliver..."


      Se puede hacer un paralelismo con la Revolución Francesa y los reclamos de campesinos marginados a los que explotaban la clase monárquica. Suba de impuestos, aumento del precio del pan y cereales, crisis económica. En ese caso hubo guerras, intervención militar, pero se pudo conseguir una Declaración de Derechos Humanos que cambió el rumbo de la historia. Las guerras sucedidas en Francia y las condiciones de campesinos fue reflejada en la novela de Victor Hugo llama "El noventa y tres" (1874). En este fragmento se muestra como las mujeres con sus niños se refugiaban y huían de modo nómade sin saber de los peligros que había:



"...La mujer, estupefacta, petrificada, miraba a su alrededor como a través de un sueño, viendo aquellos fusiles, aquellos sables, aquellas bayonetas y aquellas caras feroces. Los dos niños se despertaron y asustados se echaron a llorar.
— ¡Tengo hambre! — dijo uno.
— ¡Tengo miedo! — dijo el otro.
El menor continuaba mamando. La cantinera se dirigió a él.
—Tú sí sabes lo que haces.
La madre estaba muda de espanto.
El sargento se dirigió a ella:
—No tengas miedo, somos del batallón del Gorro Rojo.
La mujer tembló de pies a cabeza. Miró al sargento, en cuyo duro semblante no se veían más que las cejas, las pestañas y los bigotes, aparte de las brasas de sus ojos.
—El batallón de la antigua Cruz Roja — añadió la cantinera.
El sargento continuó:
—¿Quién eres?
La mujer lo contemplaba muda de espanto. Era delgada, joven, pálida e iba vestida de harapos, con el grueso capuchón de Las labradoras bretonas y la manta de lana sujeta al cuello con un bramante. Dejaba ver su seno desnudo con la indiferencia de una nodriza. Sus pies, sin medias ni calzado, estaban ensangrentados.
—Es una mendiga —dijo el sargento.
—¿Cómo te llamas? —preguntó la cantinera con una voz que estaba entre la del soldado y la femenina, pero en cualquier caso dulce.
—Michelle Fléchard —murmuró la mujer tartamudeando.
La cantinera, entre tanto, acariciaba con su ruda mano la cabecita del lactante.
—¿Cuánto tiempo tiene este muñeco?—preguntó.
La madre no comprendió. La cantinera insistió:
—¿Qué edad tiene este?
—¡Ah! Dieciocho meses —dijo la madre.
—Ya es mayor —dijo la cantinera—. No tienes que darle más de mamar. Será preciso destetarlo. Le daremos de nuestra sopa.
La madre comenzó a tranquilizarse. Los dos niños, ya completamente despiertos, se mostraban más curiosos que asustados. Admiraban los plumeros de la tropa..."

        Para cerrar, en Argentina un caso de marginación, de exclusión y emigración se refleja en el "Martín Fierro" de José Hernández. En el cuento se muestra cómo era la vida de un gaucho en nuestro País y como, de la nada, un alcalde ordena apresarlos y mandarlos a fronteras a pelear y también a batallas, sin importar si ellos querían ir o no. Escrita en prosa, en el siguiente fragmento detallo una parte del cuento:

"...Estaba el gaucho en su pago
con toda siguridá;
pero aura... ¡barbaridá!
la cosa anda tan fruncida,
que gasta el pobre la vida
en juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su rancho
y si el alcalde lo sabe,
lo caza lo mesmo que ave
aunque su mujer aborte...
¡No hay tiempo que no se acabe
ni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muerto
si el alcalde lo bolea,
pues ahi no más se le apea
con una felpa de palos.
Y después dicen que es malo
el gaucho, si los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpes,
y le rompen la cabeza,
y luego con ligereza,
ansí lastimao y todo,
lo amarran codo con codo
y pa el cepo lo enderiezan.

Ahi comienzan sus desgracias,
ahi principia el pericón;
porque ya no hay salvación,
yque usté quiera o no quiera,
lo mandan a la frontera
o lo echan a un batallón.

Ansí empezaron mis males
lo mesmo que los de tantos;
si gustan... en otros cantos
les diré lo que he sufrido.
Después que uno está…perdido
no lo salvan ni los santos.

Tuve en mi pago en un tiempo
hijos, hacienda y mujer,
pero empecé a padecer,
me echaron a la frontera
¡y qué iba hallar al volver!
Tan sólo hallé la tapera..."


         Entonces a la sociedad que gobierne, está claro que no le importa la opinión del excluido, sino que la combaten reprimiendo. Eso sucede hasta que el marginal se expresa y en ese momento la historia cambia y la voz de los que gritan y no los escuchan, retumba y queda grabada a través de los años.

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