viernes, 28 de noviembre de 2014

Relato Ficcional: Combatimos

           En la ciudad de San Miguel, en Buenos Aires, Argentina, un grupo de alrededor de 50 jóvenes de entre 18 y 30 años, vivían en clandestinidad, ya que por pensamientos marxistas y combativos, influidos por los ideales de Agustín Tosco, eran perseguidos por los militares. La dictadura comandada por Jorge Rafael Videla estaba en la época más sangrienta.

          Enero de 1.978, en unos meses se iba a dar comienzo al Mundial de fútbol y eso echaría por la borda los planes del grupo de muchachos y muchachas autodenominados "Los Toscos", una agrupación que existía desde 1.975, pero que en ese momento, de a poco en la Ciudad, había crecido. La idea era combatir y derribar el poder que gobiernaba, reclutando personas de cualquier ideología política, pero que a las que el único objetivo que les importara sea hacer temblar a los milicos.





          A unos cinco kilometros del "Cuartel de planificación" o "La casita" como ellos le llamaban, se encontraba el Centro Clandestino de Detención conocido como "Los Tordos" o "El Campito" -Campo de Mayo- ese dato era fundamental para ellos, era un punto estratégico, ya que conocían como la palma de sus manos la zona.

          La voz de mando, a pesar de que había mucha cofraternidad y solidaridad entre ellos, la tenía Agustín, un muchacho de 25 años, morocho y de pelo corto gracias a la razzia, no muy alto, de ojos marrones. Muy flaco, pero con un estado físico y una fuerza sorprendente, a pesar de sus "brazos de escarbadientes" -apodo con el cual lo chicaneaban sus camaradas-. Su mano izquierda (prefirían no llamar mano derecha al segundo en la línea de mando) era Juan Gutierrez, "El Mono Alpino" como le decían ellos. Este era un hombre rubio, de 30 años, robusto, con algo de panza. Siempre de jeans y musculosa, no importaba la época del año, ya que según él "el frío y el calor son psicológicos" . Era muy inteligente y es el que diseñaba los planes.

          Verónica, Gabriela, Lucía y Estela eran las mujeres del grupo. Pocas, pero quizás las más combativas. No perdonaban a ningún traidor de la patria. Ellas, junto con Diego, Miguel y Ramón eran los peronistas de la agrupación y los que habían ingresado hace menos de tres meses. El resto de "Los Toscos" estaban comprometidos, pero salían disfrazados por el barrio, ya que todos necesitaban trabajar y de vez en cuando ver a sus familias.

         "La casita" ubicada en el famoso Cruce Castelar, era un lugar harapiento, tres habitaciones y una sala de reunión, oculto en unos campos abandonados. Una casilla de madera, con un baño precario que se encontraba a cincuenta metros del fondo de la casa. En la sala de reunión y en las habitaciones se encontraban banderas negras y rojas, otras de Argentina. Otra con un dibujo de Agustín Tosco con la frase "Tu espiritu siempre marchando al frente". Y algunas de Perón y dibujos que hacían ellos. También convivían guitarras y  discos.

       El dos de febrero, Verónica tuvo la idea de empezar a moverse para boicotear el Mundial. Sabía que a la gente los medios de comunicación le mentían, por eso decidió hacer una radio clandestina para el barrio en la cual pudieran dar cuenta de lo que sucedía en el País. Como era una transmisión de baja frecuencia, no era detectada por los militares. Tuvieron buena repercusión en el barrio y se sumaron diez compañeros.

         El 15 de febrero empezaron a combatir a los milicos, y ese día terminaron todo también. Fueron a pagarles con la misma moneda. Primero secuestraron a tres que estaban a cinco cuadras de La Casita. No los torturaron, no los mataron. Sólo le sacaron las armas y los uniformes. Eso iba a servir para terminar con la idea. Miguel, Diego, Ramón y dos más fueron vestidos hasta Campo de Mayo, dentro había algunos soldados a los que ya habían convencido de hacer una emboscada. 

         Los demás con El Mono y Agustín a la cabeza, avanzaron por el barrio, produciendo barricadas y combates cuerpo a cuerpo. Ganaron autos y armas, uniformes también. Entre vendavales de furia fueron convenciendo a los vecinos a que acompañen las luchas, a morir por la patria liberada. Así llegaron a Campo de Mayo, donde ya los estaban esperando los militares. Una cuadra antes se detuvieron e idearon cómo iban a entrar cada uno. Por el norte iban a ingresar diez hombres, un grupo de cinco atacarían por cada punto cardinal sobrante, donde adentro los soldados se rebelarían.

       Entraron al Campito, liberaron a gente que estaba secuestrada. Mataron al general García, luego de torturarlo por diez horas. Llegaron a tomar todo Campo de Mayo y desde allí planificaron la avanzada por el resto del País. Sabían que sería difícil, pero si con poca gente habían podido desmantelar un cuartel lleno de militares, con más camaradas podrían salvar a la Argentina de los años oscuros que seguramente tenían pensado los milicos.

-¡Están cagados esos hijos de puta! -Dijo El Mono- ¿Te imaginás Agus como deben estar los bigotes ahora que se enteraron de esto?
-Seguro, Monito. -Respondió su camarada- La misma cara de García cuando lo empezamos a cortar debe tener Videla ahora.
-Vamos a tener que pensar bien como atacar y convencer a más gente. Estos forros deben tener todo planeado. Es raro que no hayan venido ellos todavía.
-Sí, igual ahora vamos a tener que ir a matar o morir. Los que nos acompañen no pueden ser tibios. Dudar es de cagones. Ellos o nosotros. En cuanto te demoraste un segundo, no la contás.
-Por supuesto. Por eso te digo, vamos a tener que hablarle a la gente. El que tiene miedo de liberar la patria, de luchar por el otro, mejor que se quede.
-Dale Mono, vamos porque sino se nos va a hacer tarde. No tenemos tiempo que perder. 

      Se dieron un fuerte abrazo y salieron corriendo por Campo de Mayo a juntar a la gente para coordinar como iban a hacer para ir hasta Capital y quiénes iban a quedarse en el cuartel para defenderlo. Tardaron media hora en juntar a las dos mil personas. Llamaron al combate. A que ninguno se rinda. A morir de pie. 

       Faltaba gente. Querían tener mínimo un piso de 15.000 personas. De repente llegaron las mujeres corriendo, diciendo que desde San Miguel habían llegado ocho mil personas más dispuestas a todo. La sonrisa en la cara de todos se podía ver a una cuadra de distancia. Entraron todos al Campito y nuevamente comenzaron a dar las instrucciones. Dos mil personas se quedarían, por si hubiera un ataque. El resto iba a repartirse y a llegar a Capital en tanques y autos. Tres helicopteros. Y miles de armas. En el camino fueron reclutando gete. No pensaron que encuestión de segundos serían 60.000 personas queriendo sacar a los milicos de Argentina. No iba a ser una guerra civil, iba a ser una venganza por los que mataron los fachos. A las dos de la tarde llegaron a Plaza de Mayo. Una horda de militares salieron. Hubo un combate sangriento.

         Alrededor de 15.000 rebeldes murieron, los milicos caídos fueron muchos más. Cuando por fin pudieron ingresar, a eso de las 22, con un calor agobiante, Videla había huído como una rata. Dejó una carta diciendo que volvería. Que las cosas no quedarían así. Pero que no lo encontrarían. Que el Mundial no se iba a hacer, pero que no estén tranquilos porque les iba a suceder lo mismo que a los demás "Monchos". Sonrieron Mono y Agustín. Sabían que habían triunfado combatiendo todos juntos. 
Salieron al balcón de la Casa Rosada y juntos gritaron: "Camaradas, Videla se escapó. ¡Triunfamos!" . Agustín tomó la palabra y les contó a los que quedaron en la Plaza, que entre abrazos, risas y llantos, escuchaban: "Dejó una carta diciendo que volverán las botas. Lo único que podemos decirles nosotros es que mientras haya memoria no volverán.".  

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